Apuntes para un análisis histórico-subjetivo de la construcción y la evolución de la identidad ‘hombre’ en la sociedad patriarcal
La construcción cultural del género se ha desarrollado de diferentes formas a lo largo de la historia, y aunque todas las sociedades cuentan con registros culturales de género, no todas tienen el concepto masculinidad. Una cultura que no trate a las mujeres y los hombres como portadores de tipos de carácter polarizados, difícilmente tendrá un concepto de masculinidad en el sentido de la cultura moderna occidental. Pero la globalización que vivimos actualmente nos intenta presentar un modelo de masculinidad universal, dominante y patriarcal. En en este artículo trataremos de dilucidar como se origina este imaginario, buscando comprender como evoluciona hasta nuestros días.
La construcción del concepto masculinidad ha seguido diferentes procesos1, pero en la actualidad se le asocian una serie normas sociales ampliamente generalizadas: evitar la feminidad, restricción de las emociones, búsqueda del logro y el estatus, sexo desconectado de la intimidad, agresividad, homofobia, etc. La identidad hombre se construye sobretodo a modo relacional, en oposición a los valores atribuidos a la identidad mujer. En esta lógica binaria, el valor masculino se sitúa siempre delante y ostenta un valor positivo, confiriendo un valor negativo a su opuesto femenino: fuerte-débil, valiente-cobarde, racional-emocional, social-natural, productivo-reproductivo, forma-materia, público-privado, activo-pasiva, dominante-sumisa, agresor-victima, etc.
Podemos ver también como el concepto de masculinidad intersecciona no solo con las opresiones de género, también con otras opresiones como la raza, la clase, la edad, etc. El ‘hombre blanco’ no se ha construido solo en relación a la ‘mujer blanca’, también en relación al ‘hombre negro’2. De igual forma, el ‘hombre rico’ o el ‘hombre ilustrado’ han influido de forma distinta al desarrollo de la masculinidad a como lo ha hecho el ‘hombre pobre’ o el ‘hombre analfabeto’. También el ‘hombre adulto’ cuenta con una identidad diferenciada del ‘niño’, el ‘hombre joven’ o el ‘hombre viejo’. Por eso un análisis con perspectiva interseccional puede ayudar a comprender mejor este proceso. Pero el elemento que más condiciona la concepción que tenemos de masculinidad es, sin duda, la construcción de las identidades Hombre-Mujer.
Los roles de género son percibidos como una realidad hegemónica en las sociedades contemporáneas. A pesar del desarrollo académico de teorías que cuestionan la división hombre-mujer, y que cada vez encuentran mas apoyo en estudios biológicos y sociológicos, son teorías que todavía tienen poca incidencia práctica más allá de universidades y pequeñas burbujas. Analizar la masculinidad desde la óptica de la teoría queer, no parece ayudar comprender como ésta se origina, pues estas teorías postmodernas necesitan de los sujetos de hombre y mujer, construidos a lo largo de la historia, para poder postularse como antítesis. Para comprender cómo la masculinidad ha configurado su sentido, es importante mirar atrás en el rio de la historia humana.
I. Los orígenes del patriarcado
La mayor parte de las sociedades preestatales documentadas por antropólogos y exploradores, consisten en una comunidad de centenares o miles de individuos con una jerarquía mínima. Al ser sociedades de autosuficiencia, el objetivo principal era la alimentación, la procreación y la seguridad de la comunidad. Esta voluntad de autodefensacolectiva permitió la evolución de la especie y la mejora de la calidad de vida. Las comunidades fragmentadas morían pronto, pues los miembros aislados no podían reproducirse y no sirvieron para la continuidad de la especie. Por este motivo muchas especies de primates, la humana entre ellas, evolucionaron hasta convertirse en especies altamente sociales.
A nivel académico, el imaginario cultural de la masculinidad empieza con la división del trabajo que presuponen muchas teorías antropológicas, donde los hombres eran cazadores y las mujeres recolectoras. Previamente a esta división del trabajo, podemos imaginar unas comunidades igualitarias donde simplemente había personas humanas conviviendo, compartiendo necesidades y recursos. Pero había una diferencia crucial: el escenario reproductivo. Algunas de estas personas tenían la capacidad de dar a luz, trayendo así nuevos miembros a la comunidad, mientras que otras no. Con el paso del tiempo, esa diferencia fundamental generó una acumulación cultural que condicionó lo que hoy entendemos como Hombre y como Mujer, siendo el hombre el que no tenia la capacidad de engendrar vida.
Es por lo tantoeste escenario reproductivo, y no tanto las diferencias biológicas, lo que seguramente marcó la diferenciación que acabaría construyéndose como roles de género. En algún momento tras el establecimiento de esta división, se iniciaron procesos de jerarquización y opresión del hombre sobre la mujer, construyendo lo que hoy conocemos como patriarcado. Los estudios antropológicos de comunidades matriarcales o matrifocales que conocemos, nos muestran que el patriarcado no es algo intrínseco a la especie humana, pero actualmente es casi un absoluto.
Cuando analizamos sociedades previas a las estructuras de estado, carecemos de documentos escritos que nos indiquen como funcionaban dichas sociedades, yes por tanto la investigación arqueológicala principal fuente de conocimientos que tenemos. Pero aunque los restos arqueológicos nos dan pistas para conocer esas comunidades, nos ofrecen una imagen fragmentada e incompleta en función de los elementos que encontramos. Estudiando losrastros recopilados, podemos imaginar las sociedades3 antiguas, pero cada nuevo descubrimiento puede traernos información crucial que cuestione todo lo imaginado con anterioridad.
Con el conocimiento acumulado a día de hoy, podemos afirmar que ninguna sociedad estatal nació fuera de la dominación patriarcal, pero los registros delas primeras estructuras de estado que conocemostienen unos 5.000 años, mientras que la especiehomo sapiens cuenta con unos 200.000 años a sus espaldas. Saber como vivía la humanidad antes de la hegemonía del estado y del patriarcado nos ayudará a comprender cómo y porqué éste se estableció, pero parece evidente que fue un proceso progresivo y desigual en distintas regiones. Es probable, por lo tanto, que diferentes modelos sociales hayan surgido e interaccionados a lo largo de la historia, pero por diversas razones el sistema patriarcal logró imponerse frente a otras formas de organización social.
La revolución neolítica
Si hay un punto clave en historia de la humanidad previa a las estructuras de estado, sin duda es la revolución que supuso la agricultura.Analizar las condiciones que se dieron con este fenómeno, nos puede ayudar a comprender mejor las comunidades y sociedades antiguas, y como evolucionó el hombre en ellas.
Es fácil notar que especies gregarias como la nuestra, necesitan un alto grado de comunicación entre los individuos, ypodemos imaginar como las comunidades humanas empezaron a desarrollar unos protolenguajes rudimentarios4. El inicio del lenguaje genera una mayor fluidez social, así como la posibilidad de construirideas abstractas, permitiendo la delimitación de los conceptos hombre y mujer. Probablemente, las comunidades nómadas previas a la agricultura, todavía no contaban con una diferenciación clara de roles de género, pero en algún momento empezaron a identificar la relación entre las diferencias biológicas de los cuerpos con el escenario reproductivo. Las personas que nacían con pene, a diferencian de las que nacían con vagina, no podían concebir ni parir, generando así una primera identidad diferenciada por sexos5.
Traer un nuevo miembro a la comunidad sin duda seria motivo de celebración, y es probable que el parto y la gestación disfrutaran de una dimensión mística, siendo motivoderituales y procesos de veneración. Las mujeres que daban a luz seguramente se juntarían para atender a los recién nacidos, que requerían de su atención y cuidados para sobrevivir, generando un sentimiento de sororidad entre mujeres. Esas agrupaciones de madres que compartían conocimientos y tareas, ocuparía el centro de la comunidad. Mientras los demás miembros podían tener una vida más nómada, centrada en la tarea de buscar alimento, el grupo de mujeres-madres necesitaría una vida más sedentaria.Esto generaría las condiciones propicias para descubrir la relación entre las semillas de ciertos frutos, y las plantas que crecían para luegogenerar de nuevo dichos frutos. Ese conocimiento de los ciclos de la naturaleza, abrirían la puerta a los procesos de agricultura que revolucionaron la vida de la humanidad. Esto permitió que se consolidaran comunidades sedentarias, quecon el tiempodarían paso a poblados, ciudades, y a lo hoy entendemos conocemos como civilización.
Analizando restos arqueológicos, vemos que los primeros poblados eran construcciones de reducidas dimensiones, sin murallas ni estructuras defensivas.Probablemente servirían de estancias para protegerse de fenómenos atmosféricos, y también serían útiles para almacenar semillas y demás recursos. La explotación de la tierra que supuso la agricultura generó excedentes, y con estos los primeros procesos de acumulación conocidos. Es probable que esa acumulación fuera gestionada por el grupo de mujeres-madre, en base a un modelo de sociedad matriarcal y una economía comunitaria, destinada asegurar el bienestar y la supervivencia de la comunidad.
Otro proceso revolucionario que acompañó el inicio de la agricultura, fue el inicio de la ganadería. La domesticación y explotación de animales no humanos, probablemente trajo dos descubrimientos clave para la consolidación del patriarcado: la paternidad y el control de la natalidad. Podemos imaginar como, a través de la observación de los animales no humanos, los animales humanos pudieron comprender mejor la relación entre sexualidad, gestación y alumbramiento, así como el papel del macho en el escenario reproductivo. El control de la natalidad que se practicó en el ganado y demás hembras de animales domésticos, permitió imaginar el control de la natalidad también en las mujeres. La dominación sobre los animales, percibidos como un recurso que podían someter y explotar, permitió a los hombres concebir la dominación y explotación de las mujeres, abriendo la puerta a la creación de clanes patriarcales.
La institucionalización de la violencia patriarcal
Los grupos de cazadores, que imaginamosprincipalmente formados por hombres, luchaban contra animales que tratarían de defenderse, pudiendo ocasionar heridas o incluso la muerte de algún miembro del grupo. Estas situaciones de riesgo, con la adrenalina segregada y la excitación del combate, llevaría a conferir una dimensión mística a la caza, siendo motivoderituales y procesos de veneración. Las experiencias de combate y el sentimiento de victoria cuando una caza tenía éxito, crearían sentimientos de fraternidad entre hombres.El desarrollo de una mayor agresividad, junto con estrategias para vencer al enemigo mediante la fuerza del grupo,serían de gran utilidad parapoder cazar a animales de mayor tamaño. Con con el tiempo y la experiencia acumulada, junto con el surgimiento de liderazgos naturales que harían más eficiente la caza, se irían desarrollando estructuras de mando y jerarquías, que darían paso a estrategias militares primitivas.
En algún momento,la lógica militar del hombre-guerrero, se trasladó a los asentamientossedentarios, convirtiéndolos en blanco de ataques para conseguir el alimento que allí se almacenaba. Los poblados que sufrían estos saqueos,se vieron con la necesidadde construir murallas y estructuras defensivas para sobrevivir. Este proceso de delimitacióny cercamiento de la tierra que significaron los muros, pudo ser el inicio de los sentimientos de posesión y de propiedad,que junto a los procesos de acumulación de excedente, abrieron la puerta a la mentalidad capitalista que acabaría dominando la mentalidad humana. Además, el desarrollo y perfeccionamiento de las tácticas militares, originadas en la caza pero aplicablesen el combate contra otros grupos humanos, permitieron la creación de comunidades que dependían del saqueo para conseguir alimentos. Si imaginamos estas comunidades como grupos de hombres, es probable que percibieran las mujeres de otras comunidades como recursos imprescindibles, pues sin ellas el clan no podía reproducirse y se extinguiría.Probablemente esto supondría una sistematización de la violencia contra la mujer, en base al secuestro y la violación, objetivizando y apropiandose de sus cuerpos.
Podemos imaginar entonces esta especialización de roles de género que siguió la revolución neolítica, donde “el hombre” se centró en tareas relacionadas con la violencia (ya fuera cazando o saqueando, o quizás en guarniciones defensivas para proteger su poblado), mientras que “la mujer” pasó de una posición de administración y cuidados en el centro de la comunidad, a ser sometida y desplazadaa una posición defensiva de supervivencia. El descubrimiento de la paternidad probablemente aumentó los celos y la fobia de los hombres hacia otros hombres, iniciando un proceso de redefinición de la sexualidad en base a la propiedad. Con tal de asegurar que la descendencia de la mujer se debía a su semilla, tratarían de restringir las relaciones que estas pudieran tener con otros hombres. Para restringir la libertad de movimiento de las mujeres se haría uso de violencia contra ella y contra demás hombres que se acercaran a ella. Esto conllevaría un aumento de la conflictividad social, con peleas y disputas por el acceso a las mujeres.
Es probable que, en estas condiciones de violencia, la mujer madre (la mujer que contara con una criatura a su cuidado, aislada ahora del grupo de mujeres-madre) tuviera una gran dependencia de protección, que sería proporcionada por el hombre-guerrero a cambio de sexo y del cuidado de su descendencia. Seguramente esa violencia se canalizó de formas distintas en diferentes comunidades, desde la creación de jerarquías donde solo los hombres fuertes podían relacionarse con mujeres, hasta la institucionalización de estructuras monógamas o polígamas donde los hombres establecían relación de propiedad sobre las mujeres, construyendo así la base de lo que seria el matrimonio.
Cabe remarcar que todo lo comentado hasta aquí son meras suposiciones. Estamos hablando de un período de tiempo que comprende decenas de miles de años, y de un basto número de comunidades humanas que se extendía por amplios y diversos territorios, a menudo con poca relación entre ellas. Es más que probable que el orden de los “descubrimientos”, y como éstos interaccionaron entre ellos, variara enormemente de unas sociedades a otras.Lo único que podemos imaginar con cierta certeza es que, poco a poco, se fue fraguando un modelo de civilización en base a la dominación masculina.
Con el paso del tiempo y el crecimiento demográfico de las comunidades, se hacían inevitables las interacciones de personas que se expandían por un mismo territorio. Los clanes con cuerpos militares más eficientes prevalecían, erradicando otros modelos sociales menos enfocados a la violencia, ylas comunidades con menor capacidad de autodefensa se extinguian. La guerra fomentó la construcción de la identidad hombre, en oposición a la identidad de mujer, derivandoen estructuras e instituciones de dominación basadas en distintos usos de la violencia, que serían la base de lo que hoy entendemos como patriarcado.
1 El ensayo “The Social Organization of Masculinity”, de Robert W Connel, presenta los 4 enfoques que se han utilizado a la hora de construir la masculinidad: Una definición esencialista (los rasgos que definen lo masculino ) una definición positivista (lo que los hombres empíricamente son), una definición normativa (lo que los hombres deben ser), y una definición semiótica (el hombre como producto del sistema de diferencia simbólica en oposición a la mujer), concluyendo que “la masculinidad, si se puede definir brevemente, es al mismo tiempo la posición en las relaciones de género, las prácticas por las cuales hombres y mujeres se comprometen con esa posición de género, y los efectos de estas prácticas en la experiencia corporal, en la personalidad y en la cultura.
2 Los miedos de los blancos por la violencia de los hombres negros tienen una larga historia en situaciones coloniales y post-coloniales. Los miedos de los negros por el terrorismo de los hombres blancos, fundados en la historia del colonialismo, tienen una base que se prolonga en el control de los hombres blancos en las instituciones de represión del estado como la policía, las cortes y las prisiones en las colonias. Hoy en día la opresión racial del supremacismo blanco persiste en la sociedad, vemos por ejemplo como en los hombres afroamericanos están masivamente sobre-representados en las prisiones estadounidenses, igual que los hombres aborígenes en las prisiones australianas.
3 La falta de documentación escrita (“historia” para la académia) antes del surgimiento de las sociedades estatistas, se debe a la falta de necesidad de las comunidades “pre-historicas” de usar la escritura de forma masiva. Esta se desarrollará de manera extraordinaria con las estructuras de Estado, pues necesitan de un sistema de registro y contabilidad (burocrácia) para hacer efectiva la centralización económica, persiguiendo administrar la acumulación de recursos a modo de monopolio.
4 El debate sobre el origen del lenguaje cuenta con diversas teorías, pero como Jay Rackendoff propone en su ensayo “How did the lenguaje begin?”, el concepto de un protolenguaje sencillo con un vocabulario limitado, y con capacidad de construir significantes espontáneos ante la necesidad, se encuentra inherente en la mente humana, como podemos ver en infantes que aprenden a hablar o en adultos que aprenden un nuevo lenguaje.
5 Esta simplificación no recoge las personas intersexuales, pues su porcentaje es muy reducido y su existencia puntual en comunidades no sería un impedimento para que se extendiera el imaginario binarista mujer-hombre.
II. La guerra ideológica
Sin duda, la guerra patriarcal que se libró a un nivel físico, también se libró a un nivel mental y social. Es difícil saber con certeza como se desarrolló esta guerra ideológica, pero los rastros del conocimiento mitológico que han sobrevivido hasta nuestros días, así comola evolución del conocimiento religioso, suponen la mejor pista que tenemos.
La Venus de Willendorf, de unos 25.000 años de antigüedad, es el icono más conocido asociado al imaginario de la diosa-madre1. La gran cantidad de estatuillas similares encontradas por toda Eurásia2, así como las diosas femeninas de gran relevancia en mitologías antiguas, parecen corroborar la entidad de la diosa-madre como primer elemento de veneración3. Esta primigenia identidad divina, poco tendría que ver con el concepto de “dios” actual, pues seguramente carecería de atributos como superioridad, omnipotencia o dominación que hoy asociamos a dicha idea. La gran magnitud de conceptos como vida o muerte, sería lo que llevaría a imaginar las facultades mágicas que, con el tiempo, se convertirían en entidades divinas, extendiéndose más adelante a demás elementos como la cosecha, la guerra, la tierra, el cielo, el fuego, el agua, etc.
Al no existir un imaginario de divinidad previo a la diosa-madre, la mentalidad que nacería con ella seria el resultado de un procesos de construcción colectiva, en base a la cohesión de la comunidad liderada por las mujeres-madre. Los rituales entorno a esta incipiente divinidad, más que ceremonias de veneración, serian espacios festivos y de celebración, más parecidos a fiestas populares comunitarias que a ceremonias de rezo y oración. Estas congregaciones rituales seguramente se vincularían con elementos astrológicos, como los ciclos lunares o los solsticios y equinoccios, y servirían para reforzar los lazos entre la comunidad. Es probable que, al tratarse de divinidades de la fecundidad y la procreación, el sexo fuera un elemento central o recurrente en estos rituales. La mentalidad que se construiría con el imaginario de la diosa-madre difícilmente permitiría a los hombres ejercer violencia contra las mujeres de sus clanes, pues estas serían percibidas como sujetos de creación y elementos venerables.
En oposición a ese sexo ritual, comunitario y sagrado, podemos situar las violaciones perpetuadas en los saqueos de los hombres-guerrero, que percibían a la mujer como un objeto, como parte del botín de guerra que merecían por su victoria. Entre esos dos extremos, podemos imaginar una gamma de practicas sexuales que condicionarían la identidad del hombre, ya que seguramente es en el terreno sexual donde se definieron con más precisión las identidades de género. Podemos ver como el sexo se vinculó siempre a deidades femeninas, y era percibido como algo a controlar y dominar por parte de la autoridad masculina. La guerra ideológica del conservadurismo religioso contra la sexualidad, con el tabú y la estigmatización como herramientas de control, puede ser mejor comprendida si la analizamos con este enfoque, como herramientas de control patriarcal sobre el cuerpo y el deseo de la mujer.
Comprender la evolución de la sexualidad humana, y como esta ha afectado al escenario reproductivo y a las relaciones entre géneros, es un elemento clave para entender como se construyó mentalidad de dominación patriarcal. Pero el tabú generado alrededor del sexo en los últimos milenios, así como la represión sexual desplegada por las instituciones de poder (principalmente las instituciones religiosas), pueden dificultar esta tarea. La actual construcción social de la sexualidad humana se encuentra enormemente alejada de la sexualidad de otras especies animales, pues su redefinición actual en base a la propiedad, la vergüenza, el pecado y la culpa, ha construido un imaginario difícil de analizar sin herir sensibilidades4. También la hipersexualización que encontramos en la publicidad y otras expresiones de la cultura occidental hegemónica, ayudan a agravar la dificultad de un análisis correcto.
La masculinización de la divinidad
Con la mejora de las condiciones de vida que significaron la agricultura y la ganadería, se produjo un crecimiento demográfico de las comunidades humanas, y eso llevó a un aumento de los conflictos y guerras entre comunidades. A medida que los clanes de hombres-guerrero se consolidaban, los rituales bélicos cobran cada vez más relevancia, generando un imaginario de divinidades masculinas que desafiaría el poder de la diosa-madre. Estos dioses-guerreros, forjados a sangre y fuego en el frenesí de la batalla, permitirían justificar actos de violencia fuera del principio de autodefensa, promoviendo el genocidio de las comunidades rivales. Con ellos podría nacer también el ritual del sacrificio, donde el acto de matar se convierte en una experiencia divina, en oposición al acto de dar vida asociado a la diosa-madre.
La fraternidad entre hombres-guerrero cerró filas contra la sororidad y el liderazgo de las mujeres-madre, construyendo relatos donde entidades masculinas, fuertes y valientes (cualidades imprescindibles del guerrero) realizaban sangrientas y heroicas gestas bélicas. Se construyó así un sustrato cultural que permitiera redefinir la posición del hombre, no solo en los clanes guerreros, sino dentro de los poblados que van cobrando cada vez más importancia, y donde hasta ese momento habían ostentado un segundo plano. El imaginario de la diosa-madre, que había emergido de forma pacífica en la mentalidad humana, fue perdiendo hegemonía frente al imaginario de los dioses-guerrero, que se imponían a través de la fuerza, la guerra y la dominación.
A nivel material, el aumento y desarrollo de las necesidades militares llevaron a una carrera tecnológica, que con los descubrimientos de la fundición abrieron la puerta a la edad de los metales. Las sociedades pacíficas eran aniquiladas ante el avance de la tecnología militar, y las relaciones entre distintas comunidades se redefinieron en base a vencedores y vencidos, opresores y oprimidos, amos y esclavos. Cada victoria militar convencía a los hombres-guerrero que sus dioses eran más fuertes que los de sus enemigos, y los procesos de esclavización y asimilación cultural contra las comunidades vencidas, generaron sociedades más allá de la tribu o el clan. Esto dio paso a identidades colectivas más grandes, centradas siempre en la superioridad del pueblo vencedor, generando un imaginario imperialista y de expansión territorial que, con el paso del tiempo, abriría la puerta a la mentalidad nacionalista que acabaría dominando la mentalidad humana.
La institucionalización de la dominación y violencia contra los pueblos vencidos, además del genocidio,se centró en dos elementos:por un lado se tomaba posesión de los enemigos derrotados en forma de esclavos, por otro se imponía el pago de impuestos y tributos a las comunidades que mantenían su libertad. La jerarquización y estratificación que dividió la sociedad en clases como producto de la guerra, dio paso a las estructuras de Estado, donde reducidas élites gobernaban territorios cada vez más grandes. Los dioses-guerreros se consolidaron, fragmentando también la diosa-madre en distintas deidades femeninas,construyendo imaginarios religiososdondedioses y diosas competían por la adoración de la humanidad. Las deidades de los pueblos vencidos podían ser absorbidas o sincretizadas, generando panteones fluidos y en constante reorganización.
La jerarquía de las sociedades humanas se trasladaban también a las sociedades divinas, y la posición privilegiada de un dios guerrero en los panteones que conocemos en la actualidad (Horus, Marduk, Teshub, Zeus, Jupiter, etc), refleja la dominación patriarcal del imaginario religioso, abriendo la puerta al monoteísmo de un dios masculino. La sincretización de las deidades en un único dios, anulando la identidad femenina del imaginario de la divinidad, abriría la puerta a la invisibilización definitiva de la mujer en la sociedad.
Mientras las clases privilegiadas podían dedicar tiempo y esfuerzo a conocer y comprender sus distintas deidades, las clases oprimidas, sobretodo los esclavos, encontraron en el monoteísmo una forma simple de unidad y resistencia. El imaginario de un único dios supremo, omnipotente y omnipresente, situaba a todos los hombres como iguales ante los ojos de dios, desafiando las sociedades estamentales de amos y esclavos.
Además, la mentalidad patriarcal que se extendía también sobre los hombres oprimidos, conllevaría una fuerte disociación de sus roles de género: por un lado podían imponerse ante las mujeres de su condición, pero por otro tenían que servir las mujeres de estamentos superiores. Probablemente esto generaría en ellos una fuerte misoginia, incrementando la violencia contra “sus” mujeres. Este rencor de los hombres esclavos contra la mujer, y el papel protagonista de estos en la propagación del monoteísmo, generaría que las sociedades venideras se convirtieran en la máxima expresión del patriarcado.
El hombre como sujeto político exclusivo
A medida que las ciudades y el comercio ganaban importancia, la política5 se consolidó como herramienta de pacificación (“la política es guerra sin efusión de sangre”), facilitando una mayor circulación de personas y mercancías. Los hombres “libres”6 se lanzaron a la vida pública para consolidar su poder, no solo en el campo de batalla, sino en todas las esferas de la sociedad. Mercados, plazas, centros de administración y gobernación son dominados por los hombres. También los templos religiosos, que contaron con sacerdotisas durante milenios, acabaron siendo controlados por hombres. Las mujeres fueron relegadas al espacio privado como “amas del hogar”, buscando atarlas a las labores reproductivas y alejarlas de la vida política. Salvo algunas excepciones7, la mujer no tenia prácticamente peso jurídico, y existía en la vida social y política a través del hombre, ya fuera el padre, el marido o el hijo.
Las instituciones sociales patriarcales necesitan de instituciones familiares patriarcales, y se fue consolidando el matrimonio como herramienta de dominación de la mujer. El código de Hammurabi, primer marco legislativo conocido, describe la institución conyugal en base a un intercambio mercantil, donde el hombre toma posesión de la mujer tras pagar cierta cantidad económica al padre, su anterior propietario. La mentalidad que se desprende de sus 282 leyes, deja claro el fuerte carácter patriarcal de la sociedad sumeria, el primer sistema de Estado que conocemos8.
Con el iniciode lo que entendemos como conocimiento filosófico en la antigua Grecia, algunos pensadores tratan de racionalizar la opresión sexista, buscando dar explicaciones científicas para justificar la dominación de los hombres sobre las mujeres. Muestra de ello es el pensamiento de Aristóteles, uno de los pensadores más influyentes para el pensamiento occidental, que en sus tratados de biología defineal hombre como la representación del ser humano, describiendo a la mujer como “un varón mutilado”, un hombre imperfecto. Afirma que su alma es inferior a la del varón, como lo es también la de los animales o los esclavos. Sus ideas sobre la reproducción y la concepción del cuerpo de la mujer, serán estudiadas y repetidas por los hombres durante siglos, inculcando su filosófica visión del hombre como forma y la mujer como materia, el hombre como sujeto y la mujer como objeto.
Pero será elhombre romano quien dibuje el perfil más popular en el imaginario masculino, debido en parte a la idealización que experimentó con la época renacentista en la Europa occidental. La mentalidad del hombre-guerrero de la antigua Roma se fundamentaba en la dualidad soldado-campesino se inspiraba en su dios de la guerra, Marte9, quien ostentaba el símbolo que a día de hoy se asocia al hombre y a la masculinidad. Este soldado-campesino prestaba batalla en tierras lejanas al servicio del imperio, y aspiraba retornar vencedor a su hogar a labrar la tierra, disfrutando los privilegios que supone ser parte de la mayor estructura de dominación del mundo conocido, como lo que vino a llamarse pax romana.Su deber y servidumbre con el imperio era considerado como superior a todo lo demás, siendo la clara inspiración del fascismo que se redefiniría en la Italia del s. XX.
La civilización romana ahondó en la invisibilización de la mujer, asentando la dominación patriarcal a lo largo de la enorme extensión de terreno que controlaron. En los siglos que extendieron su dominio por tres continentes, se consolidaroncomo la máxima expresión imperial que vivió la época antigua. En base a la conquista, homgenización yasimilación de otros pueblos y culturas, diseñaron un sistemadonde, tanto en sentido literal como metafórico, todos los caminos llevaban a Roma. Es sin dudaun ejemplo paradigmático del modelo de civilización central10
1La diosa-madre es una diosa que representa/personificación la naturaleza, la maternidad, la fertilidad, la creación, etc. Cuando se equiparan con la Tierra o el mundo natural, a veces se conocen como la Madre Tierra.
2Actualmente hay alrededor de 150 estatuillas de “Venus” catalogadas, siendo la venus de Hohle Fels, esculpida al inicio del paleolítico superior hace más de 35.000 años, la escultura humana más antigua que conocemos. La Venus de Monruz, de unos 11.000 años de antigüedad, es la más tardía conocida, lo que supone un período de al menos unos 25.000 años donde se esculpen este tipo de figuras.
3En mitologías mesopotamicas, encontramos la diosa-madre como figura omnipresente, pero fragmentada de la entidad creadora original. En la mitología sumeria, Nammu es la diosa primigenia que da origen al mundo, pero las cualidades de la diosa-madre recaen en Inanna, diosa del amor, la belleza, el sexo, el deseo, la guerra, y el poder político. Inanna era la protectora de la ciudad de Uruk, que posiblemente fue la primera gran ciudad construida por la humanidad. La encontramos representada como Ishtar en la mitologia babilónica, hitita, asiria y acadia, como, Astarté paro los fenicios, Astarot para los Israelitas, Anaith en la mitologia armenia, Tanit para los Cartagineses, etc
4Un ejemplo de la dificultad para comprender la historia de la sexualidad, es el choque cultural que supuso para los exploradores occidentales del s. XIX la amplia representación sexual de la antigua civilización egipcia. Las pinturas y representaciones con escenas eróticas explícitas, donde la sexualidad era vivida de forma desinhibida y a veces pública, fue considerada como algo que debía ser ocultado a la sociedad, y muchas piezas históricas fueron escondidas sin ser catalogadas ni investigadas durante décadas. Otro ejemplo seria el debate y polémica para las instituciones académicas que existe sobre la prostitución ritual de la civilización sumeria..
5El concepto de política, construido en la antigua Grecia de las ciudades-estado, proviene de la palabra polis (ciudad). Vemos por lo tanto como, en origen, la política se asociaba simplemente a la gestión de la ciudad, pero por extensión a la gestión del estado, término que ha perdurado hasta nuestros días.
6Hay que remarcar que el sistema esclavista no reconocía como sujeto hombre a los esclavos, considerados como objeto, como una posesión material
7La mujer egipcia contó con amplia libertad comparada con otras civilizaciones antiguas, y en muchas ocasiones sus derechos se igualaban a los hombres de su estamento, llegando a ostentar posiciones administrativas de amplio poder e incluso el trono del imperio en diversas ocasiones. La mujer sumeria contó con ciertos derechos sobre su descendencia y sus propiedades reconocidos en el código de Hammurabi, situación que se fue diluyendo en las civilizaciones mesopotámicas posteriores. Cabe remarcar que tanto la civilización egipcia como la sumeria fueron períodos que se extendieron durante más de 3000 años, con lo que la situación de la mujer seguramente varió ampliamente a lo largo de las diferentes épocas y dinastías.
8El código de Hammurabi describe también posibles causas de ruptura de dicha unión y como se debe proceder, desde los intercambios económicos en caso de infructuosidad del matrimonio si la mujer no engenreba hijos, hasta los castigos contra la mujer (y el amante) en caso de adulterio. Que un hombre yaciera con otra mujer no casada no se consideraba adulterio, además este podía “tomar posesión” de concubinas, que a pesar de recaer sobre ellas las mismas obligaciones, no ostentaban los pocos privilegias que tenia la esposa. Hay que recordar que esta legislación sumeria solo se aplicaba a personas libres (awilum), pues los siervos (muskenum) y los esclavos (wardum) eran considerados posesiones materiales fueran hombres o mujeres.
9Marte era dios de la guerra y la agricultura, debido a su sincretización de Ares, dios de la guerra griego, con Maris, dios eritreo de la agricultura. El panteón griego contaba con una importante diosa guerrera, Atenea, diosa de la sabiduría, la justicia y la estrategia militar, sincretizada en Mineva para los romanos. Frente a la guerra ordenada y estratégica que significó Atenea para los antiguos griegos, Marte era el dios de una guerra visceral, caótica, sangrienta… una guerra de primera línea. Era la guerra del soldado raso, violento y agresivo, que lucha sin pensar más allá del combate que vive. Esa la exaltación de valores como la temeridad, la brutalidad y la violencia que encarnaba Marte fueron decisivos en el terreno militar, pues el modelo de masculinidad de esos hombres guerreros no contemplaba la posibilidad de retirarse cobardemente, la única alternativa a la muerte era la victoria.
10Por sistema de civilización central nos referimos a las diferentes instituciones que buscan construir una hegemonía integral (social, cultural, económica, política y militar.) regida por una reducida élite de personas. Para ello, se fundamentan en diversas estructuras de gobernación y administración interrelacionadas, que responden a una misma autoridad que dirige el conglomerado social. El Estado es la representación fáctica de los sistemas de civilización central.
III. El hombre en la modernidad
La caída del imperio romano occidental pone fin a lo que entendemos como edad antigua. Poco más de 1500 años nos separan de esa época, pero la gran cantidad de documentación acumulada nos permite un extenso análisis histórico que aquí solo perfilaremos brevemente, remarcando algunos puntos relevantes para la construcción de la masculinidad actual.
El desmoronamiento del imperio pone fin a la dominación centralizada en Roma, iniciando un proceso donde nuevas élites tratan de llenar el vacío de poder. El sistema de reyes feudales se expande por el mundo post-romano, con el poder creciente de la iglesia cristiana como agente aglutinador, elemento clave para combatir la fragmentación del imaginario y la identidad cristianas. Las diferentes corrientes filosóficas que se congregaron frente a la dominación eclesiástica, serían exterminadas brutalmente bajo la acusación de herejía, y pasarían a la historia descritas por los vencedores como organizaciones perversas y abominables, situándolas así como merecedoras de los genocidios que las erradicaron.
Pero la hegemonía del cristianismo pronto se vería disputada. 622 años después del supuesto nacimiento del profeta que revolucionó el judaísmo, las enseñanzas de Mahoma iniciaron la rápida expansión del islam por oriente medio. En el año 1095 del calendario cristiano, año 488 del calendario islámico, se produjo la llamada a la que se conocería como la primera cruzada, que trató de contener la expansión de los turcos Selyúcidas que amenazaban el imperio Bizantino. Esta llamada a la “guerra santa” perpetuó el pensamiento binarista de los hombres guerreros, con el dualismo cristianos-musulmanes. La sumisión del hombre a su masculino y excluyente dios supremo, fue un elemento hábilmente usado por las élites gobernantes para manipular la sociedad, y esto generaría la animadversión de las ideas socialistas que nacerían más adelante (“la religión es el opio del pueblo”).
Otro elemento clave de la construcción moderna de la masculinidad fue la redefinición sexual, desplegada por las instituciones religiosas de civilización central. Este fue impuesta mediante la represión y estigmatización, que asociaban el deseo sexual al pecado. Frente a la sexualidad ritual de antiguas religiones politeistas, vinculada habitualmente a deidades femeninas, los servidores de dios en el monoteísmo se construyeron como sujetos ascéticos. Generaron un imaginario de pureza que incluía la castidad y la abstinencia, renegando de los deseos que consideraban impuros, generando así un sustrato cultural que permitiría acusar de herejes e impuras otras formas de vivir la sexualidad. Esto llevaría a establecer una generalización y sacralización del matrimonio, alejándolo del materialismo mercantil para atribuirle una nueva dimensión espiritual, asentando así un modelo reproductivo aceptable a los ojos de Dios. Con el paso del tiempo, se pondría de manifiesto en la sociedad una doble moral, que de manera pública acataba los valores conservadores, mientras de manera privada permitía la satisfacción del deseo sexual masculino.
Lasprácticas homosexuales,comunes y aceptada en diversas civilizaciones antiguas, se convirtieron en el objetivo de una violenta persecución1. Por un lado, suponía un desafío contra la concepción judeo-cristiana de la sexualidad (heredada también por el islam), que la restringía al matrimonio con fines reproductivos. Por otro, suponía una afrenta contra la idea de masculinidad supremacista, donde el acto de penetración sexual se vincula a un imaginario de dominación sobre la mujer. Que un hombre fuera penetrado por otro hombre desafiaba los roles de género de la época, situando al hombre homosexual en una posición de indefinición ante la dicotomía hombre-mujer. Se desató un rechazo social que trataría de erradicar la homosexualidad tanto a nivel físico como ideológico, construyendo un imaginario que la redefiniría como algo perverso y abominable, generando un marco de humillación y vergüenza que perdurará hasta nuestros días.
Con la expansión de la ideas renacentistas en la Europa occidental a partir del s. XV, se inició lo que entendemos como conocimiento científico, que perpetuaría el racionalismo de los antiguos pensadores griegos. Estas doctrinas serán seguidas y debatidas por los hombres europeos ilustrados, excluyendo gran parte de la población del proceso de construcción de la ciencia. Esteconocimiento científico derivó en un universo de disciplinasfragmentadas, en el que solo se da valor a aquello que puedes ver, experimentar y demostrar, realzando los valores materiales e invisibilizando los valores metafísicos, como la emocionalidad o la espiritualidad. Estas ideas al principio se usarán para justificar las doctrinas religiosas, pero abrirán la puerta al agnosticismo, desafiando el poder eclesiástico en que se asentaban las monarquías teocráticas, permitiendo así el desarrollo de las ideas socialistas.
Colonialismo y revolución industrial, el despliegue de la modernidad capitalista
Se considera el inicio de la edad moderna el “descubrimiento” de América, con la expedición liderada por Cristóbal Colón en 1492. El hombre occidental se encontróallífrenteunas sociedades humanasque identificaba como primitivas y atrasadas, debido al menor desarrollo tecnológico de las civilizaciones que poblaban el continente.
No dudó en calificar a la población indígena como “salvaje” e “incivilizada”, generando así un imaginario donde el hombre blanco se sitúa como un ser superior, con el derecho natural de explotar los recursos que allí se encuentran y el deber moral de “civilizar” y “evangelizar”los habitantes del “nuevo mundo”. Tras la disputa entre los reyes católicos de España y el rey de Portugal por el derecho a explotación del continente americano, el Papa de Roma medió para delimitar los territorios que podía ocupar cada imperio. Se inició así la primera ola de colonialismo, donde ambos imperios desarrollaron procesos de genocidio y colonización contra los nativos, tratando de imponer su cultura y su religión, exterminando civilizaciones enteras a su paso.
La explotación de los recursos y el expolio de los minerales preciosos, confirió gran riqueza y poder a los imperios coloniales, que para ello necesitaron de grandes cantidades de fuerza de trabajo. El coste de dicha mano de obra habría sido enorme, y para evitar pagarlorestablecieron el sistema esclavista,abolido con los valores cristianos tras la caída del imperio romano.El debato filosófico y teológico iniciado por los misioneros cristianos, que trataban de evangelizar los nativos, concluyó que los “salvajes” americanos sí poseían una alma a los ojos de dios, y por lo tanto no eran susceptibles de ser esclavizados. El tráfico de esclavos se centró entonces en el continente africano, pues el racismo de las élites occidentales asumía que la población negra carecía de alma humana,y por lo tanto podía ser esclavizada sin que supusiera una afrenta a los principios de su religión.
La prosperidad económica que generó esta primera ola colonial,despertó las ansias expansionistas de otras potencias europeas. A medida que estas iniciaron sus conquistasen lo que entendemos como segunda olade colonialismo, el expolio y la explotación de los recursos se intensificó,expandiéndosepor África, el sur de Asia y Oceanía.Eldesarrollo científicopropició mejoras en la higiene, la sanidad y la alimentación, generando una revolución demográfica en el “viejo continente”. El aumento de población permitió colonizar las tierras ocupadas, construyendo puertos y ciudades en los nuevos territorios conquistados. El hombre occidental se percibía a si mismo como amo y señor del mundo, y los genocidios contra población indígena se intercalaron con pactos y guerras entre poderes coloniales, firmando tratados y dibujando las fronteras que redefinirían el mundo moderno.
Pero el retorno al sistema esclavista, modelo productivo hegemónico de la antigüedad,contradecía la mentalidad progresista que promulgaba el avance permanente de la civilización.La necesidad de mano de obra barata fue puesta bajo el prisma del racionalismo positivista, encontrando una solución innovadora acorde con el imaginario progresista: la máquina. Las mejorastécnicaspermitieron la sistematización mecánica de la producción, proceso que hoy entendemos como revolución industrial. Inglaterrase convirtió en la cuna de este proceso2, que junto a la economía de mercado que se disparó con el colonialismo, abrióla puerta modernidad capitalista.
Esta modernidad capitalista se adaptaba perfectamente al sistema patriarcal, reajustando ligeramente el imaginario de masculinidady el modelo familiar. El hombre pasa a ser concebido como el motor del engranaje familiar que hace funcionar la maquinaria productiva del estado. Se convierte en el trabajador fuerte y capaz que trae el dinero a casa, el padre proveedor que proporciona a la familia lo necesita para vivir. El dominio burgués se muestra como el paradigma de éxito, presentando el capitalismo como el sistema donde el hombre racional y fuerte, que comprende y domina la “ciencia” de la economía capitalista, puede hacerse rico y ascender de clase social. Se justifican así los privilegios de las élites dominantes, que se presentan como producto de su mayor esfuerzo y capacidad. También se culpabiliza al pobre de su situación social, al que presentan como estúpido e ignorante si no prospera, o como vago y parásito si no trabaja, generando un imaginario de humillación y vergüenza sobre el desempleado que no contribuye al sistema productivo capitalista.
El florecimiento de las ideas socialistas significó un profundo cuestionamiento de la sociedad y sus estructuras de poder. Inspiradas en los contratos sociales, que buscaban delimitar el poder de los monarcas absolutos, promulgaban la distribución de la riquezay la supresión de las clases sociales, defendiendo la igualdad y el bien común.Pero la falta de un análisisde la opresión patriarcal, limitó su potencial liberador. El socialismo científico, desarrollado por Karl Marx y Frederich Engels, defendía la lucha de la clase obrerera, pero también perpetuó la invisibilización de la mujer. Sus ideas presentaban al obrero como el sujeto revolucionario, destinado a transformar la sociedad capitalista en una sociedad socialista mediante la lucha de clases. Esta lucha fue entendida como el único motor de la historia. Cuando las mujeres socialistas trataron de visibilizar su condición de oprimidas por los hombres, a menudo fueron ignoradas argumentando que fragmentaban la lucha obrera, alegando que con la victoria de la lucha de clases terminaría todo tipo de opresión.
1Las primeras persecuciones conocidas ocurren a partir del s. VI, promovidas por el embajador Justiniano y su esposa Teodora, donde castraban a los homosexuales y los paseaban públicamente por las calles. Pero es a partir del s. XIII que empezamos a encontrar legislaciones específicas que castigaban dichas prácticas, etiquetándolas como sodomía en recuerdo a la ciudad de Sodoma, que según la biblia fue castigada por Dios. Su persecución más extrema coincidirá con la época de la inquisición y la caza de brujas, descrita por Silvia Federici como “una persecución sin precedentes” en la historia de la humanidad, donde las mujeres fueron acusadas de ser “los seres más abominables del mundo”. Las estructuras sociales y relaciones entre mujeres y hombres, que rechazaban la autoridad eclesiástica hegemónica en herjias y sociedades secretas, se encuentran muy bien documentadas en el libro “Witchcraft and the Gay counterculture”, escrito en 1978 por Arthur Evans.
2Fueron diversos los factores que llevaron a Inglaterra a convertirse en la potencia pionera de la primera revolución industrial. A parte de la supremacía naval que ostentaba, clave para mantener y dominar su amplia extensión colonial que se expandía por todo el mundo, las grandes reservas de carbón mineral de que disponía y el perfeccionamiento de la máquina de vapor por el escocés James Watt, permitieron al imperio británico ser la primera potencia en finalizar el proceso de industrialización. Además, a diferencia del resto de Europa, Inglaterra contaba con un sistema parlamentario liberal, que facilitaba el emprendimiento individual y el desarrollo de la empresa privada.
IV – El sujeto hombre frente a los feminismos
Una de las más importantes estrategias de perpetuación del dominio patriarcal, ha sido el monopolio del cultivo intelectual, restringiendo la acumulación de conocimientos para el uso exclusivo de las élites masculinas. Pero el acceso de las mujeres burguesas a la educación y a las ideas ilustradas, abrió la puerta a cuestionar la invisibilización social a la que eran sometidas, desencadenando lo que entendemos como feminismos. La visibilización y cuestionamiento del sujeto mujer que desencadena el feminismo, fuerza a los hombres a repensar su masculinidad, ya que por aquel entonces el sujeto “hombre” se percibia a sí mismo como sujeto “humano”. Que el sujeto “mujer” reaparezca en la vida social, tras siglos de invisibilidad forzada, les obliga a darse cuenta que existe otro género dentro de la espécie humana. El hombre moderno se percate así que la masculinidad no es intrínseca en la humanidad, abriendo la puerta a la concepción de la masculinidad (o masculinidades) como las conocemos hoy en día. Dado que este artículo busca centrarse en la construcción de la identidad masculina, no me extenderé mucho en el desarrollo de las ideas feministas, sino en mas bien en como estas ideas afectaron a la mentalidad patriarcal del sujeto hombre, así como en la repercusión y reacción social a nivel colectivo de los hombres.
Primera ola y toma de posiciones de los hombres
Lo que hoy conocemos como primera ola del feminismo, precedida por la “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana” escrita en 1971 por Olympe de Gouges (Marie Gouze), se extendió durante el s. XIX y principios del s. XX. Iniciaron un proceso de organización y acción colectiva de mujeres, que exigían igualdad legal en relación a los derechos que se atribuían a los hombres. Estas movilizaciones fueron recibidas con menosprecio y violencia, y muchos hombres se dedicaron activamente a confrontar sus ideas y actos, ridiculizando a las mujeres que participaban y a los hombres que pudieran apoyarlas. La actitud de estos hombres se enmarcan en lo que hoy entendemos como machismo, que buscan perpetuar el orden patriarcal de manera activa, creyéndose superiores a las mujeres basándose en la situación privilegiada que les confiere el patriarcado. Estos hombres ostentaban la hegemonía en el imaginario masculino, pero con el paso del tiempo y el desarrollo de las ideas que cuestión la dominación patriarcal, poco a poco esta hegemonía se va erosionando.
En el otro lado encontramos hombres anti-sexistas o pro-feministas, que entienden los argumentos contra el patriarcado y defienden la emancipación de las mujeres. Dentro de estos, encontramos dos grupos: los acompañantes pasivos, que comparten el imaginario teórico pero no participan activamente en poner fin a la dominación patriarcal, y los acompañantes activos, que se implican de manera activa en la lucha antipatriarcal. Pero estos hombres son una minoría, y la hegemonía que poco a poco pierden los hombre machistas, la ocupan los hombres ambivalentes ante el patriarcado. Estos hombres pueden identificarse como progresistas y estar a favor de valores como la igualdad, pero asumen como propio el discurso de las instituciones del Estado, que presenta los avances legislativos alcanzados respecto a la mujer como igualdad. Suelen sentirse desorientados ante la mayor relevancia que va logrando la mujer en la sociedad, intercalando discursos patriarcales con cierta influencia del argumentario feminista, con una resistencia pasiva ante nuevos avances. Pueden aceptar el discurso que defiende la liberación de la mujer, pero reaccionan, a veces con violencia, si sus privilegios son cuestionados.
Segunda ola y “grupos de hombres”
La segunda ola feminista que se inicia a medianos del s. XX, y superó las meras reivindicaciones legislativas para centrarse en un análisis profundo de la mujer como sujeto. El estudio académico y el análisis esencialista de la identidad de la mujer, buscaba separar los valores originales femeninos de los agregados por la dominación patriarcal, como por ejemplo la debilidad. Esta, se asocia a la feminidad en oposición a la fuerza asociada al hombre, pues en la lógica binarista dicotómica, si el hombre es fuerte la mujer es débil. El cuestionamiento del sujeto mujer, comportó también un cuestionamiento del sujeto hombre, y el proceso de deconstrucción de la identidad mujer trató de ser replicado por los hombres feministas. Emulando los “grupos de mujeres” que se organizaban para debatir sobre feminismos, se empezaron a conformar “grupos de hombres”, por primera vez conscientes de exclusión deliberada de las mujeres en estos grupos. La profundidad de los estudios sobre feminismos inspiraron a algunos hombres a iniciar estudios sobre masculinidades, siguiendo el mismo método que ellas, pero se encontraron con que todos los valores de la identidad hombre habían sido construidos por hombres, lo que les conducía a una aparente negación de su identidad si querían rechazar los valores patriarcales1.
Ante la perspectiva de vacío de identidad que generaron estos primeros estudios, nació lo que vino a llamarse el movimiento mitopoético, tratando de perfilar una identidad masculina redefiniendo un imaginario de valores naturales del hombre. El “mytho-poetic movement” surgió en EEUU a finales de los años 80, liderado en sus inicios por el poeta Robert Bly. Formado principalmente por varones blancos heterosexuales, frustrados e insatisfechos ante la la crisis de identidad del hombre, responden a lo que perciben como erosión del patriarcado reivindicando espacios “naturales” o “míticos” donde puedan “experimentar su poder”. Gran parte de sus actividades derivan de un trabajo introspectivo para reencontrar, según sus postulados, “la energía masculina” en estos tiempos de “ausencia del padre”, “poderío de la madre” y “feminización de los varones”. Las actividades que realizan, principalmente a través de grupos de fin de semana en parajes naturales, consisten en rituales para recuperar la “naturaleza salvaje” del hombre, que permita una reconexión con una supuesta “sensibilidad masculina”, generando a la práctica grupos de autoayuda y un espacio de apoyo emocional entre ellos.
Otros “grupos de hombres” que surgieron fueron los llamados “men’s rights”2, una amalgama que incluye desde padres sensibles que reivindican sus derechos de paternidad, hasta divorciados resentidos tras sentencias judiciales que otorgan la custodia de hijas/hijos a sus madres. Aglutinan mayoritariamente a machistas “moderados”, que consideran que las mujeres han ido demasiado lejos y que hay que poner freno a los avances legislativos que generan, según ellos, una discriminación positiva en favor de la mujer. Inevitablemente, aparecen también grupos anti-feministas o supremacistas masculinos – aunque rara vez se reivindican públicamente como tal – que buscan restaurar la masculinidad patriarcal “tradicional”, vinculados a menudo con fundamentalismos religiosos o con grupos racistas y xenófobos.
Aparecen también grupos de hombres anti-sexistas o pro-feministas3, principalmente grupos de estudio y debate, compuestos mayoritariamente por jóvenes con estudios superiores en ciencias sociales como la sociología, la psicología o la antropología. Estos grupos confrontan la injusticia que supone la dominación patriarcal, quizás tras presenciar el daño que causa a compañeras, quizás por haber sido víctimas del modelo de masculinidad hegemónica, quizás simplemente tras comprender el sufrimiento que el patriarcado genera. Parten de las teorías feministas para revisar sus actitudes ante las mujeres, analizando también como afecta la opresión patriarcal a los hombres, con un foco de atención en la alienación mutiladora de la socialización masculina. Tratan de perfilar masculinidades que puedan convivir en armonía con las nuevas feminidades que dibujan los feminismos, revisando los privilegios que suponen ser hombre en una sociedad patriarcal.
Tercera ola, interseccionalidad y teoria queer
La tercera ola de feminismos, bautizada en sus inicios como post-feminismo, se inicia a finales del s. XX extendiéndose a la actualidad. Sus análisis se alejan del esencialismo, planteando que no existe un único sujeto de mujer, abriendo la puerta a los análisis sobre interseccionalidad. Se estudia y se debate como interaccionan distintas opresiones como la raza, la clase, la orientación sexual, la edad, la religión, etc. Esto lleva también a la concepción que no existe un único sujeto hombre4, se abre la puerta al estudio de las masculinidades no hegemónicas: masculinidades invisibilizadas por la opresión patriarcal de la masculinidad dominante tradicional5.
La teoría queer, que cuestiona la dicotomía masculino-femenino de los roles de género, amplia las perspectivas de análisis en el campo teórico. A pesar de las diversas e innovadoras posibilidades que esto supone, el marco académico en que se desarrollan estas teorías postmodernas y el amplio lenguaje técnico que estas incluyen, excluye gran parte de la población del proceso de diálogo, que se limita mayoritariamente a personas occidentales con estudios superiores. Además, la incidencia práctica que estas teorías puedan tener en el desarrollo de la identidad hombre, debido en parte a su postulado reciente, debido en parte a su condición de antítesis a la construcción de los sujetos hombre-mujer, aun resulta bastante desconocida. Por un lado propone un imaginario donde poder construir identidades más allá del binarismo hombre-mujer, pero por otro permite a sujetos masculinos refugiarse en estas identidades etéreas, evitando confrontar su realidad social como miembros del género opresor.
A pesar de todo esto, o quizás precisamente debido a ello, los grupos de hombres antipatriarcales proliferan. Se generan espacios de diversidad y apoyo mutuo, buscando acoger a quienes tratan de escapar de la masculinidad dominante tradicional. Se busca brindar apoyo a quienes sufren la violencia del sistema patriarcal, intentando dilucidar formas adecuadas de acompañar a compañeras (y compañeros, y compañerxs), desde posiciones de cuidado y respeto, construyendo un imaginario de masculinidad que permita superar el sistema de dominación patriarcal.
1En “recreating sexual politics”, 1991, Victor Seidler escribia: “Parece como si los hombres en solitario no pueden escapar de un esencialismo que durante generaciones había sido usado para legitimar la opresión de las mujeres, gays y lesbianas. La masculinidad no pudo ser deconstruída, pudo únicamente ser rechazada”
2Los grupos “Men’s rights” o “defensores de los derechos de los hombres” aparecen en una clara oposición a los grupos “Women’s rights”, que se organizaron para generar cambios en los sistemas legislativos, buscando limitar la dominación patriarcal y generar una mayor igualdad legal. En una entrevista con Michel Kimel, académico centrado en masculinidades, dice “Los estudios de masculinidad sugieren que la mayoría de los hombres, a pesar de todo el poder que tienen sobre las mujeres, son infelices y no se sienten poderosos” (Michel Kimel, Caribi y armengol, la masculinidad a debate). Plantea que los hombres que usan la violencia contra mujeres, a menudo lo hacen para experimentar poder sobre la mujer, pues no es un poder que experimenten de forma activa en su vida cotidiana. “El sexismo funciona para los hombres como grupo. No funciona para el hombre como individuo. La mayoría de los hombres a título personal no se sienten poderosos en la estructura patriarcal, más bien sienten que no tienen poder”. Es probable que estos “grupos por los derechos de los hombres” les permitan experimentar una sensación de poder, fruto del proceso colectivo que supone organizarse con objetivos políticos, aunque desgraciadamente estos objetivos sean tratar de defender los privilegios que les otorga el sistema patriarcal.
3Estos grupos a menudo han generado polémica en espacios feministas, que mientras algunos sectores pueden verlos como aportaciones importantes y necesarias, otros alertan que puedan llevarse un excesivo protagonismo, perpetuando la invisibilización de las mujeres. También advierten del riesgo que puedan generar una simple capa de barniz a la dominación patriarcal, suavizándola y haciéndola más tolerable, dificultando así su superación. Si bien es cierto que hubo grupos y personas oportunistas en una búsqueda de protagonismo con un fenómeno cultural de “yo también”, otros realmente demostraron un profundo compromiso con las ideas. En “Modern feminist thought: From the second wave to “Post-feminism”, 1995, Imelda Whelehan plasmó la reacción del feminismo ante el crecimiento del movimiento mitopoético de la siguiente forma: “Necesitamos un movimiento de hombres que sea parte de un movimiento feminista revolucionario. Si las masas de hombres en nuestra sociedad no han desaprendido su sexismo, no han abdicado de sus privilegios masculinos, entonces sería obvio que un movimiento de hombres dirigido sólo por hombres, con sólo hombres participando en tal, corre el riesgo de seguir modelos diferentes pero que sigan siendo opresivos dentro de la cultura patriarcal.”
4Como bien expone Seidler “Reconocer más de un tipo de masculinidad es sólo un primer paso. Tenemos que examinar las relaciones entre ellas. Más aún, tenemos que separar el contexto de la clase y la raza y escrutar las relaciones de género que operan dentro de ellas. Hay hombres gay negros y obreros de fábrica afeminados, así como violadores de clase media y travestis burgueses.”
5El estudio sobre “Las nuevas masculinidades alternativas y la superación de la violencia de género” de Ramón Flecha, Lidia Puigvert y Oriol Ríos, (The New Masculinities and the Overcoming of Gender Violence. International and Multidisciplinary Journal of Social Sciences, 2013), proponen la clasificación de Masculinidades Tradicionales Dominantes, Masculinidades Tradicionales Oprimidas y Nuevas Masculinidades Alternativas (DTM, OTM y NAM por sus siglas en inglés)
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Redefiniendo nuestro rol como hombres en la sociedad
Aprendiendo a pensar, sentir y convivir en igualdad
Desaprendiendo dinámicas inoculadas en la socialización
Confluyendo en la lucha por la emancipación.
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Rok Brossa
Qamislo, verano-otoño 2017